viernes, 26 de julio de 2019

"DOLOR Y GLORIA" (Pedro Almodóvar, 2019)





"(...) Detrás del dolor de cada abismo cotidiano 
siempre nos aguarda algún remanso de gloria."

- Álvaro Liétor -


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Hace unos días tuve por fin la oportunidad de ver el último largometraje del director manchego, “Dolor y Gloria” (2019), y he de decir que me ha conmovido profundamente. Para mí ha supuesto una de esas obras especiales que, por diversos detalles íntimos que no voy a relatar ahora, parecen dirigidas a uno mismo.

Percibo además el regreso de un Pedro Almodóvar más personal, delicado y poético, como aquel que logró conquistarme con su maravillosa “Hable con ella”. Más humano en definitiva.

En esta ocasión vuelve además con una historia de corte más “realista” pero clara inspiración “psicoanalítica”, adentrándose en el terreno de lo onírico y el laberinto de la memoria. Allí donde habitan los fantasmas del pasado que amenazan con su regreso a la realidad. Una realidad muy cruda y repleta de obstáculos y trampas mentales, que solo alcanzarán a comprender aquellos con un cierto grado de (híper)sensibilidad, acostumbrados a convivir con hondos pesares (físicos, psíquicos y del alma), nostalgias y soledades, incomprensibles o desconocidos para el ser humano moderno, que vive tan deprisa como olvida que el dolor y la sombra de la depresión siempre están al acecho.

Una historia de abismos cotidianos. De paraísos artificiales en los que refugiarse del hastío vital. De autodestrucción tal vez como requisito previo a la reconstrucción. Pero también una que nos habla de redención. De encararse con la vida en un ajuste de cuentas cuando parece que no queda nada que perder, más que la oportunidad de decir lo que sentimos a quien nos importa, o lo hizo alguna vez.

No se trata de un drama lacrimógeno en ningún caso, sino más bien de uno de emociones contenidas, donde tiene casi tanto peso lo que se dice como lo que se guarda dentro. Tampoco de una película completamente autobiográfica, como muchos creen, aunque como bien ha explicado en ocasiones su director, está construida como una suerte de “Frankenstein”, a base de retales de su propia vida y recuerdos idealizados, cosidos junto con otros de vidas ajenas de las que fue testigo cercano. O en algunos casos, simplemente de pequeñas historias que alguna vez le contaron. Todo ello a través de un proceso de rodaje que el propio director calificó de idílico, al compararlo con otros anteriores de su ya extensa filmografía (recordemos que esta es su película número 21).

Así, por entre la realidad y la ficción, parece deambular el espíritu del director, el cual se manifiesta a través de una suerte de álter ego (Salvador Mallo) encarnado por un magistral Antonio Banderas, cuyas propias experiencias cercanas a la muerte en múltiples intervenciones a corazón abierto, parecen haberle llevado a alcanzar una tesitura interpretativa, con un poso de madurez en la mirada, difícilmente reproducible. La conexión entre actor y director, a pesar de unos comienzos dubitativos (Banderas no fue una primera elección clara para Almodóvar), parece haber resultado tan simbiótica, que el parecido del personaje que encarna el actor malagueño con el propio director (aun habiéndose propuesto alejarse deliberadamente de esa idea) acabó siendo obvio.

Veamos ahora qué papel juegan algunos de los miembros más destacables de un reparto magistral:

Penélope Cruz (Jacinta Mallo) con un carismático rol de luchadora y joven madre del protagonista. Un poco al estilo de su personaje en “Volver” y tan radiante como siempre.

Julieta Serrano (Jacinta Mallo) también en el papel de su madre, igual de entrañable pero más “picajosa”, ya en el crepúsculo de su vida. Mítica actriz llamada a llenar el hueco de la añorada Chus Lampreave en el universo Almodovariano, pero con un estilo más sobrio.

Asier Flores (Salvador de niño) como su propio “avatar” cuando viaja por el mundo de los recuerdos de infancia. Sorprendente su calidad como actor para su corta edad.

Asier Etxeandia (Alberto Crespo) como actor en horas bajas que vive en conflicto con los demonios de la profesión. Un ínterprete que está alcanzando también una notable madurez como para ganar en relevancia de cara al futuro.

Leonardo Sbaraglia (Federico) como un viejo “amigo” del pasado con una de las interpretaciones más brillantes, sinceras y conmovedoras del film, en mi opinión.

Nora Navas (Mercedes) representante y asistente personal del director, que supone un apoyo vital en las pequeñas batallas cotidianas del protagonista. Inspirada en la del propio Almodóvar en la vida real.

César Vicente (Albañil) como humilde obrero que guarda un verdadero artista en su interior sin saberlo. Sorprendente habilidad la de este actor para alternar entre una especie de sensibilidad “masculina” y otra más “femenina”.



Por último encontramos también algunos grandes personajes con papeles más breves:

Cecilia Roth (Zulema) quien representa con su personaje la elegancia de una actriz madura en decadencia; Raúl Arévalo (Padre de Salvador) con incursiones muy breves pero bien ajustadas al tipo de papel de padre seco y casi ausente; Susi Sánchez (Beata) con uno de esos personajes sobrios y solemnes que tan bien interpreta esta actriz; Pedro Casablanc (Doctor Galindo) quien muestra con maestría un equilibrio perfecto entre profesionalidad y humanidad dentro de una relación “médico-paciente”, entre otros.

Y finalmente algunos cameos interesantes como los del actor y cómico Julián López como simpático presentador, y la cantante Rosalía haciendo gala de su arte con unas emocionantes coplas entre lavanderas.

En cuanto a la fotografía, encontramos nuevamente un impecable trabajo de José Luís Alcaine quien, según ha comentado en anteriores ocasiones, siempre parece preocuparse de configurar la iluminación en base a los actores en lugar de los escenarios, otorgando una naturalidad y belleza luminosa que, en este caso, recuerdan a la de grandes obras del cine italiano.

Y qué decir de otro de los habituales de más renombre, Alberto Iglesias, compositor nominado tres veces al Óscar, y que ganó el premio a mejor banda sonora en el festival de Cannes precisamente por esta misma película. Composiciones vibrantes y delicadas a la par.

En conclusión, creo que “Dolor y Gloria” nos habla sobre la luz que penetra a través de las grietas de la vida y el recuerdo. Es un drama natural y certero, que no pretende recurrir al impacto y el artificio, sino que apuesta por conducirte al límite de la emoción de formas sutiles y transparentes, pero dejándote con una lágrima contenida y con muchas ganas de salir a celebrar la vida y hablar sobre lo sincera y hermosa que ha sido esta película. Porque detrás del dolor de cada abismo cotidiano siempre nos aguarda algún remanso de gloria.


 Álvaro Liétor
 Psicólogo, Formador, Escritor y Músico.

  


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Imagen 1. Autor: Desconocido. Tomada prestada de fuente.
Imagen 2. Autor: Desconocido. Tomada prestada de fuente.
Imagen 3. Autor: Desconocido. Tomada prestada de fuente.

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© IntroVisiones//Álvaro Liétor 2019

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